vueltas (y más redundancia)

. . *no hay verdad más real que la que no se dice.




Piamarta School / Una hora en misa

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Jueves. 11.45 am. El timbre que siempre sorprende por su larga duración y que en unos cuantos años tendrá a los ex alumnos con problemas auditivos, nos indica el regreso a clases. Veo a la profesora de inglés acercarse a la escalera, sonriendo. 'Ella nunca parece enojada', le comento a mis amigas y ellas asienten, contagiándose ante tan peculiar fenómeno. Un profesor sonriendo. Y ya pensábamos que eso había dejado de suceder en el planeta.

'Tenemos misa esta mañana', nos dice, luego de repartir besos y de permitirme anotar mentalmente el segundo fenómeno de la mañana. Sí. Y además de sonreír, algunos profesores todavía saludan. Dios. Quién lo diría.

Minutos más tarde, los Terceros Medios abandonamos las salas en medio de quejas y risas histéricas. Contradictorio. Clases (aburrimiento) VS. Misa (aburrimiento).

En esas ocasiones es tan bueno no elegir.

En el camino a la ceremonia, y sólo por satisfacer mi demoníaco instinto curioso, me pregunto qué piensan los jovenes de las misas. Busco respuestas mirando a mi alrededor. Unos cuantos tipos de zapatillas galácticas caminan de una forma que cualquier experto en danza consideraría artística. Mastican chicle con la boca abierta, como si el aire fuera a permitir que recuperara el sabor que perdió durante toda la mañana que llevan mordiéndolo. No parecen demasiado interesados en lo que suceda con ellos durante esos 60 minutos de encierro en el subterráneo del colegio. Por el contrario, parecen felices de abandonar la sala aunque ello signifique morir de aburrimiento. A un costado, un grupo de chicas con los ojos brillantes de felicidad. Hacen ruidos semejantes a los de las figuras de goma para bebés. En nuestro código del lenguaje, le llamaríamos chillido. Parecen excitadas por alguna razón que desconozco, pero de la cual me informo siguiendo la dirección de sus caras radiantes, donde se encuentra un nuevo grupo de chicos. Pero éstos son distintos. Otro nivel, diría mi mamá. Sólo les falta el soundtrack de promoción de la teleserie Machos para incluirlos en la continuación de la serie y dejar a TVN en completa banca rota. Busco en ellos algún síntoma pre-misa, pero están demasiado interesados en parecer indiferentes.

Mientras vamos bajando, desde el subterráneo se escucha cierta canción de Soda Stereo. Yo cabeceo al más puro estilo rockstar y tarareo por inercia la letra que es más contagiosa que 'Lo que pasó, pasó', el reggetón del momento, como dice mi hermano. Algo tenía que heredar de mi padre además de la arrogancia y los ojos chinos. Fracción de segundo después, la melodía cambia a cierto tema argentino que causó sensación por estos lados. 'Estoy saliendo con un chavón' and stuff. Muchos gritos guturales y las carcajadas del resto. Y todavía me pregunto si alguien recordaba que íbamos a misa.

Entramos. A lo lejos se ve la banda de música y el coro. Llamados inconscientemente por muchos el principal objeto de risa durante la pseudo-celebración religiosa. Las sillas están prácticamente vacías, así que nos apresuramos a tomar un buen asiento.
El ya muy lúgubre subterráneo, se vuelve casi terrorífico al repletarse de Terceros Medios. Es el momento preciso en que los intereses se dividen en:

a.- Observar al tipo (a) que te gusta.
b.- Elegir una ubicación cercana al tipo (a) que te gusta.
c.- Velar porque ella (o él) no esté cerca del tipo (a) que te gusta.
d.- Elegir un lugar disimulado para dormir.
e.- Optar por un lugar alejado de profesores que no te permitan reír.
f.- Optar por un lugar donde los audífonos del discman no se noten.
g.- Controlar las ganas irresistibles de demostrar lo que aprendiste en los simulacros de Operación Daisy.

Minutos más tarde, realizadas o fracasadas las metas que se encierran en torno a estos intereses, el sacerdote aparece desde las escaleras. Escoltado por un par de niñitos que suman un punto a favor a la misa por brindarle el toque angelical que le quitan las voces del coro. Y nunca se supo cuál fue el objetivo tras la guitarra eléctrica de la banda musical. Si despertar a los dormidos o enfermarnos de los nervios como venganza por el pésimo comportamiento que el cura siempre está encantado de recordar. Decisión unánime: Todas las anteriores.

La misa comienza entre reclamos tras el 'De pie, por favor' de la Profesora de Religión. Segundo blanco de burlas de la ocasión. 'Vieja endemoniada', escucho a mis espaldas. No explícitamente, ojo. Para más fidelidad del relato, agregue unos cuantos adjetivos recurrentes entre adolescentes de 16 años.

Tras el saludo del sacerdote, llegan a nuestros oídos aquellos cánticos que yo podría recitar mejor que la tabla del uno. Se escuchan un par de voces dulces, pero desafinadas. A metros de distancia, se nota el intento de cada integrante del coro por ser más escuchado que el otro. A mi alrededor, en cambio, la gente se burla de las monótonas canciones creando coreografías dignas de Mekano. Otros bostezan. El sueño se instala como un fantasma enorme, al igual que los murmullos y el fantasmal aspecto de los profesores, caminando entre nosotros con caras muy poco dignas de una celebración fraternal. Yo me dedico a observar mis dedos. Aún queda una hora.

El sermón habla un poco más de lo mismo. O eso es lo que la mayor parte de la gente logra captar, si notamos que el idioma de cuna del cura es el portugués y que el español que maneja produce una mezcla realmente extraña. Tanto, que sería mejor escucharlo hablar de 'tudo bem' que en su lenguaje con no tan vaga semejanza a los chicos de Axé Bahía. Procura ser amable, utilizar los modismos típicos y hablar de los profesores para llamar nuestra atención. Así como un cura-lolein. Pero sus intentos no dan mucho resultado y los bostezos van en aumento.

La gente suele despertar al final de la misa. En el particular momento en donde el sacerdote indica el saludo de la paz y todos se levantan como si hubiesen programado una descarga eléctrica en los asientos. No es extraño ver a una chica cruzando medio salón con tal de abrazar a cierto amigo. Es el momento en que todos se emocionan por estar ahí. Por pertener a un colegio católico y por haber sido invitado a lo que la Profesora de Religión tan insistentemente llama Fiesta de Dios. Tal vez algunos se acuerdan de los papis. Del bautizo cuando eran chicos y de ese asado fantástico del que hacen memoria sus tíos cuando recuerdan la ceremonia. No falta el que se enorgullece de su Primera Comunión y cuenta que el vestido blanco le quedaba algo grande. 'Conocí varios amigos', dicen algunos, indicando el objetivo máximo alcanzado producto de dos años de reuniones y charlas.

Si tuviera que identificar mis intereses en aquella misa, mi opción sería N.A. Porque después de todo, es divertido estar ahí sin ninguna otra idea más que observar lo que hacen los demás. Los tipos volteando cabezas, las chicas susurrando al oído, los profesores controlando los músculos para no bostezar. Me dedico a guardar todas esas acciones en mi memoria y transmitirlas en este blog. Y que ustedes sientan, mediante el monitor que probablemente sea más grande y esté más limpio que el mío, lo que significa tener esa especie de celebración religiosa una vez al mes. Durante los 8 años que llevo en Piamarta School. Alguien allá arriba sabe que hice mi mejor esfuerzo en no ampliar la font y usar negrita para pedir ayuda.

¿Será así por los siglos de los siglos?



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  • Con 17 años de edad y un par de neuronas disléxicas, hace rato dejé de creer en el viejito pascuero.
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