vueltas (y más redundancia)

. . *no hay verdad más real que la que no se dice.




Pasado V/S Futuro

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Fue más que terminar con 5,4 y bajar de un tirón mi ponderación de notas de Enseñanza Media, fue más que pololear por primera vez, fue más que dar mi primer beso. En realidad, fue hasta más que fumar patéticamente con la ayuda de una señora de 40 años que iba pasando por la calle, fue mucho más que sentirme rebelde.

Este fue mi año, sí.Y no salió en las noticias. Ni una mención pequeña junto a la foto de la Kenita Larraín con cuello ortopédico. Nadie supo que se nos murió Juan Pablo II y los años que mi familia protestante invirtió en asustarme con el Papa Negro se fueron a la basura. Daddy Yankee ganó millones gracias a mis compañeras de curso y ellas nunca supieron cuántas veces quise causar un cortocircuito en el colegio para parar el tun.turún.tun.tún de una jodida vez. Los futbolistas chilenos fundamentaron nuestra idiosincracia derrotista, demostraron que mascar chicle con la boca abierta y pinchar con unas cuantas modelos no mejora la técnica precisamente. Y Piñera se lanzó a la Moneda cuando menos se esperaba. Pobre Lavín, yo que siempre lo odié y terminé casi compadeciéndolo.

Nadie supo que mi comprensión lectora se ha arruinado inexplicablemente, que en biología lo único que sé es que hay un retículo endoplasmático liso y otro rugoso y que morí todo el año de la risa con la voz de la Martuca de Brujas. Nadie sabe que comenté de la tragedia en Antuco, que me senté con mi papá a hablar sobre los Tratados de Comercio y que en Historia Electivo aprendí las mil y un razones por las cuales no quiero que Piñera sea el próximo presidente de chile. Pero qué importa todo esto ahora, si no salió en ningún diario y tampoco lo dijeron en TeleTrece.

Lo más top del año pudo ser mi primera experiencia con el Transantiago, la notable creatividad de los partidos políticos en la franja publicitaria que tanto nos hizo reír o quizá los trillones de pesos en el Banco Riggs. Pero nadie escuchó que renuncié a mi fanatismo de 5 años por Harry Potter luego de cierta entrevista a la autora, que escuché una de las canciones que más me han gustado en toda mi vida y que aún así mantengo el metro y 59 centímetros de altura. De pronto imagino un libro donde se enumeraran los hechos más importantes del año, pero de los ánonimos. Sí, de la gente-hormiga que se vio en la Plaza de Armas mientras la Cony Santa María reporteaba sobre algún interesante tema marca-rating. Todos ellos vieron sus deseos frustrados o logrados este año y nadie se enteró.

Tal vez a nadie le importen las cientos de historias que se van a la basura con el simple cambio de numerito luego del 200. Ya no se usa agradecer nada, no. Y es que todo el mundo se encarga de transmitir el mensaje moderno El Pasado Está OUT, y lo cómico es la forma en que más tarde se piden explicaciones, como si los hechos no fueran causados. Y tal vez por eso, siempre he amado la Historia. Y tal vez por eso, todo el mundo la odie. Hay una costumbre generalizada, un deseo más bien, de querer borrarlo todo.

Como usar el mismo cuaderno toda la vida. Borrando y borrando, gastando las hojas. Recuerdo que mi mamá jamás dejó que usara goma, detestaba las marcas del lápiz grafito sobre el papel y me obligaba a sacar la hoja y comenzar todo de nuevo. Recuerdo que lloraba de rabia, recuerdo que deseaba dejar todo tirado, porque comenzar el trabajo de nuevo era humillante. Anoche pensaba que este ejercicio se aplica a todo, pero que el mundo se divide entre la gente que saca las hojas y comienza un nuevo trabajo, la gente que sobreescribe (sin importar las manchas) y finalmente la gente que arranca las hojas sin atreverse nunca a comenzar de nuevo.

¿Cuál opción elegir? O mejor (¿mejor?) aún: ¿Realmente se puede elegir?.

La gente piensa que a los 16 se vive entre las converse, el messenger y el flirteo, pero no. Y no es que esté de moda estar depressed y simular algo alternativo, pero algunos de nosotros somos humanos. Algunos de nosotros usamos abrigo, algunos de nosotros nos sentimos tristes por el paso del tiempo, algunos de nosotros cumplimos sueños este año, algunos nos preguntamos si el próximo será posible sentirse así, entre enamorados y miserables, felices o histéricos de rabia. Me aparto del grupo que tiene miedo al futuro e inicio uno nuevo con free pass para todos aquellos que se sienten realmente aterrorizados de abandonar las antiguas sensaciones y dejar atrás el pasado. Ojo, que no es lo mismo. Tenemos repelente oficial para todos aquellos que dicen que el futuro auspicia cosas más intensas aún, ¿Por qué no se puede creer que lo que ya tuvimos fue mejor? ¿Por qué todo lo que viene genera tanta expectación? ¿Por qué tendría que sentirse tan bien como eso que ya pasó?.

Ya saben, free pass. ¿Alguien se une?

Feliz 2006.-


Etapa sin nombre / Invitación sin destinatarios.-

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Esta es la historia de 4 chicas nerds que por esas cosas del destino se unieron en Segundo Medio. Dios los cría, el diablo los junta. Y no, señor, se equivoca si cree que estoy relatando una historia paralela a Amigas y Rivales, El Juego de la Vida, Clase 406 o una copia más de esas teleseries mexicanas que pretenden mostrarnos un poco la vida de los adolescentes en secundaria o que, más cercano a nuestra realidad y no a la de mi Lela, me estoy basando en la súper teleserie juvenil chilena con la que supuestamente nos sentimos tan identificados. No, esto no es 17. Pero a veces, estas 4 chicas sintieron que alguien había tomado sus vidas como experimentos de situaciones extremas (llámense locas, estúpidas, patéticas) al más puro estilo The Truman Show.

Nadie les aclaró que nacieron siendo lo más cercano al prototipo loser estadounidense. No muy curvilíneas, bajitas o flacas en extremo. Nadie les aclaró que ninguna tendría suficiente personalidad para lograr muchos amigos, para ir a fiestas y conocer a chicos con los cuales jugar a la botella. Pero tampoco esperaron que nadie lo hiciera, simplemente lo comprendieron antes de tiempo. Y se limitaron a ir al colegio, a reírse de cosas medianamente graciosas, a ser buenas y a llenar sus agendas con el nombre del chico que les gustaba. Ese que lógicamente nunca las tomaría en cuenta. Y más aún. El mismo que jamás notaría su existencia.

En Tercero Medio, sin embargo, se produjo un quiebre. Uno de esos que mi profesora de Historia llama rupturas estructurales. Heavy. Las cuatro chicas subidas al escenario de pronto, criticadas por medio colegio, odiadas y amadas, pero más odiadas. Nunca a nadie le había interesado criticar el acné de una de ellas o su peculiar modo de usar uniforme, pero de pronto, se volvió una de las razones de las carcajadas a sus espaldas. Ella se encogían de hombros, divertidas ante el fenómeno. Weird. Eran, por primera vez, tan populares.

Los chicos malos no tardaron en aparecer. Confirmaron ese vil mito de que las chicas siempre eligen al peor. Al más indiferente, al más complicado, al más freak. Esos que hacen creer en un secreto, en un milagro, en la cura de una chica simple a todos sus problemas. Un quiebre a toda su soledad. Pero en fin, no hablaremos de eso ahora. Debemos centrarnos en las cuatro chicas. En cómo comenzaron a llamar la atención, en cómo muchos se acercaron a ellas para interrumpir la burbuja de acero que las protegía. Llamándolas absurdamente raras, muchos chicos se sintieron atraídos por algo que nunca existió, algo que imaginaron. Como si estar alejadas del resto y hacer cosas sin sentido las conviertiera en criaturas de otro planeta con la facultad de regalarles algo del encanto - inexistente, por lo demás -.

El colegio tomó otro sabor para ellas. Ya no les importaba lo mucho que sus compañeros las molestaran en clases, ni sentirse patéticas jugando handball en educación física, cuando las chicas se encargaban de hacerlas salir del equipo y ganar un dos directo al libro. Qué importaba no ser excepcionales en esa soberanamente idiota asignatura, si sólo servía para potenciar una faceta masculina que a ella no les hacía falta. Desde hace tiempo sabían que las mujeres se sentían más cool siendo masculinas, de ahí el interés por el fútbol y las camisetas arremangadas. Jamás lo entendieron. Era ilógico creer que por estar sudadas los hombres las querrían más.

Potenciaron todo lo que antes hacían inconscientemente. Por primera vez les gustó ser ellas mismas, incluso si no tenían el cabello brillante y la nariz respingada. Nació la arrogancia y se aumentó el orgullo. Pero siguieron siendo buenas en esencia, las mismas nerds que se tiraban al pasto a comer papas fritas después de clases y que fumaron por primera vez luego de un mal día en el colegio, echando humo hasta por las orejas. Ninguna dejó de entrar al baño de mujeres y decir "Tengo cara de demonio" o "Nada que hacer" tras unas miradas al espejo. Ninguna dejó de babear tras las vitrinas del Eurocentro, fulminadas por las miradas de especímenes góticos, otakus y chicos pseudo-británicos, sólo por vestir normalmente y no tener cara de estar desangrándose. Pero se acostumbraron a esta nueva etapa de sus vidas y supieron que iba a terminar mucho antes de lo que quisieran. Porque jamás desearían que terminara, aún cuando esos pésimos días teñidos de gris profundos las hiciesen gritar lo contrario. "Puto año", dijeron muchas veces, pero no. Era el mejor de sus vidas.

Y el año termina y las despedidas les hacen perder el cutout. Las cosas vuelven a re.ubicarse visiblemente, como cuando en el VHS se apretaba rewind sin stop. Intentan olvidarlo de alguna manera, se juntan a tomar y el asco las obliga a botar media botella por el water. Nunca les gustó el alcohol, pero siempre quisieron emborracharse para ver si podían hacer cosas más locas. Apretaban la nariz y anulaban el gusto por un instante, mientras rogaban que el estúpido líquido hiciera su efecto rápido. Nunca sucedía nada más que las secuelas psicológicas, algo así como las risas estúpidas para procurar sentirse en otra.

Se sentían realmente afortunadas por esa invitación libre a uno de los carretes más largos y locos de su existencia. A ese que siempre miraron desde afuera, escuchando la música, pero sin bailar. Comentando lo que sucedía, imaginándose allá dentro. Tal vez se llamaba adolescencia, pero no creían que así fuera. Era demasiado irreal. Demasiado telenovelesco. Asquerosamente juvenil.

Tarde, pero había sucedido. Por error o por caridad. Alguien había sacado a las pernas del encierro. Pero ahora estaban en el umbral preguntándose si regresar o seguir.

Y una de ellas se encarga de narrar esto para encontrar alguna respuesta. No conoce a nadie que se haya cuestionado tanto algo tan simple. Tiene 16 años y espera seguir teniéndolos eternamente. Se pregunta si a alguien le interesa seguir leyéndola, aún cuando su lado más natural ha quedado descubierto.

Quién dijo que los síntomas depresivos aparecen sólo en invierno.-



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